Después llegas al trabajo, ves el semblante de tu jefe, a ver con qué pié se ha levantado hoy. Intentas sacar tu trabajo adelante mientras estás con el ojo avizor para ver quién te toca hoy las pelotas y con qué. Suena el móvil y piensas ¡¡ por favor, que no sea del colegio ¡!, no es del colegio, es tu madre que se aburre y, pese a haberla explicado mil veces que no puedes hablar por teléfono mucho tiempo, se quiere tirar una hora hablando contigo, por lo tanto, la dejas hablar mientras sigues con lo tuyo.
Después de comer te entra la morriña de no poder ir a buscar a tu hija al colegio, y llega el momento en el que piensas, ¡¡ vaya mierda de vida ¡!, ¿merece la pena todo esto?
Después del trabajo, llegas a casa cansada, tus hijas
quieren jugar contigo, pero no puedes dedicarte a ellas el 100%, porque,
contando con que no tengas que ir al médico con alguna, tienes que preparar la
cena, la ropa del día siguiente, bañarlas, cenar, y después de todo eso, intentas
exprimir las pocas fuerzas que te quedan para dedicar tiempo a la mayor y jugar
con ella a unas cartas, un parchis, etc...
Cuando acaba el deseado juego y conseguimos que las pequeñas se vayan a la
cama, te quedas relajado media hora en el sofá, porque a la siguiente ya te has
quedado dormida.
Este es mi día a día desde el mes de septiembre de lunes a
jueves, en los cuales, vuelvo a hacer
referencia a mi post Me
siento una mujer 10 porque es realmente como me siento. Menos mal que siempre llegan los viernes, a
partir del cual todo es diferente y nos animamos para coger el lunes con ganas.
¡¡ Animo que ya es jueves ¡!
Raquel
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